Cuando se asumen competencias, se supone que se deben saber gestionar, pero todos sabemos cómo funciona y de qué forma se nombran a sus responsables. Ya en su nombramiento como director gerente de la Agencia Andaluza del Agua hacía presagiar a través de sus palabras que el fin de la misma sería acaparar agua, agua y más agua, a costa de lo que sea. En apenas nueve meses ha provocado la ruina de miles de familias, anegando terrenos que desde el año 1963 no habían sufrido inundaciones. ¿Es coincidencia, casualidad, mala fortuna? No. Rotundamente no. Es la consecuencia de nombrar como responsable a un político, que no entiende ni sabe de años hidrológicos, meteorología, cuencas fluviales, etc., y cuya única obsesión es garantizarse el agua por veinte años en un solo año hidrológico. Han sido dos inundaciones, señor Paniagua que, dicho sea de paso, tiene narices su apellido. Dos inundaciones en un intervalo de nueve meses. A usted no deberían haberle nombrado nunca, señor Paniagua, pero si el mal se hizo, en la primera inundación usted debería haber dimitido, pero, ya se sabe, los políticos, sobre todo los de su partido, lo aguantan todo. Si usted ha sido nefasto en la gestión, no menos lo son quienes forman parte de su equipo, sobre todo, en Córdoba, donde sus responsables presumen de tener al mayor experto en la materia. Menos mal que aquí tenemos al experto, porque si nos toca un torpe, a estas horas, desde Jaen hasta Cádiz estábamos ahogados todos.
LA EXPLICACION DE LO SUCEDIDO .
Tal vez la extinta Confederación Hidrográfica del Guadalquivir no fuera modélica en lo que se refiere a aprovechamiento, gestión y mantenimiento de los recursos hidráulicos. Tal vez. Pero lo que no se le puede negar es que en criterios de seguridad merecen la máxima calificación. Como ya dije anteriormente, el último desastre ocurrió en 1963. Usted, señor Paniagua, tiene el vergonzoso y bochornoso record de dos desastres en nueve meses, y vuelvo a repetir: sigue sin dimitir.
Tras la sequía de los años 90, el ciclo cambió.En el año 1998 llovió copiosamente, pero ningún municipio sufrió inundaciones. Y no las sufrió porque nuestros embalses se encontraban en torno a un 20% de su capacidad, por lo que no hubo desembalses. Las conclusiones son claras, señor Paniagua. Si llevamos cuatro años hidrológicos de aproximadamente 300-400 l/m2 ¿Cómo es posible que tengamos nuestros embalses con un 90% al finalizar el verano?.El criterio razonable de seguridad se establece en función de la pluviometría. Si llevamos cuatro años de abundantes precipitaciones los embalses, a la finalización del verano deben estar por debajo del 40%, para, tras el invierno recuperar su cota máxima sin peligro para la población. Esto no lo digo yo, señor Paniagua. Esto se lo dice cualquier regante de la cuenca, que sin estudios muestra más conocimiento que cualquier político nombrado a dedo. Es lo que ocurrió el 23 de febrero de 2010, y lo que ha vuelto a ocurrir el 7 de diciembre. En las dos ocasiones ha llegado el invierno con los embalses llenos. Basta con un sólo día de altas precipitaciones para provocar el desastre. La energía nuclear, demostró en Chernobil que no es posible controlarla. Lo mismo ocurre cuando toda una cuenca se deja en manos de un desconocedor absoluto en la materia. ¿Qué podemos esperar de unos gestores que, sin finalizar el invierno no garantizan que no vuelva a producirse otro desastre?.
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